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En una sala de un hotel cercano al Aeropuerto de Düsseldorf, nos reuníamos, hace unos meses, los responsables europeos de marketing de la empresa para la que trabajo, sumábamos unos 30. Presentaciones, preguntas, discusiones sobre competitividad, un encuentro apasionante. Tras las primeras dos horas, llegó puntualmente el “coffe break”, todos se levantaron y abandonaron la sala excepto yo, que quise aprovechar para revisar mi correo y hacer unas llamadas.

Tras unos minutos de silencio, éste se vio perturbado por la irrupción en la sala de 5 empleados del hotel que tendrían en torno a los 25 años y perfectamente uniformados. En ese momento dejé lo que estaba haciendo y observé en detalle. La sala estaba dispuesta en forma de U y para cada dos personas había una bandeja con aguas (con y sin gas), refrescos de cola (por si el sueño) y zumo de manzana, todo ello en botellas de 20 cl. a las que acompañaban los respectivos vasos para cada asistente. A su llegada, la de los 5 empleados, estaba todo muy desordenado, como era lógico. Pues bien, dos chicos por el interior de la U uno por la izquierda y otro por la derecha, iban recogiendo todo, los otros dos por el exterior de la U situados a la izquierda y la derecha iban reponiendo y cambiado los vasos. El quinto estaba en el centro de la U con un carro colocando y ordenando los envases que le traían sus compañeros. Coordinados y en silencio tardaron 5 minutos en dejarlo todo montado de nuevo.

Hace poco asistí a otra reunión de similares características en Madrid. El primer detalle fue que el “coffe break” se retrasó 15 minutos de la hora prevista. Curioso por lo que había visto en Alemania me quedé en la sala y a los 10 minutos apareció un camarero de unos 50 años, desaliñado, sudoroso y resoplando que empujaba un carro lleno de aguas y vasos. Empezó con “la faena” y visiblemente estresado recogió primero todas las mesas, cayéndosele y rompiendo dos copas, una vez retirado todo, continuó, como buenamente pudo, colocando los vasos y las aguas. Mientras, llegaban el resto de mis compañeros que se miraban incómodos por la presencia del personaje en cuestión. Finalmente tuvimos que esperar a que terminara para poder reanudar la reunión. El Camarero se marchó con la cabeza baja, pidiendo disculpas por su retraso.

Esto que parece una caricatura “Atorrentadaes totalmente real y me hizo reflexionar sobre nuestra situación actual y los responsables de la misma, en términos políticos, económicos, culturales y empresariales.

Si analizamos las dos situaciones vemos que el problema de base es la inadecuada administración de los recursos. En otros países, para que no parezca que soy germanófilo, el pensamiento del empresario es: “Si quiero llegar allí necesito estos recursos, por tanto este es mi precio”. Sin embargo, el pensamiento del empresario clásico español es: “Tengo estos recursos y quiero llegar allí como sea, ya veré qué precio le pongo”.

El español entiende el negocio de una forma distinta ya que este entendimiento hunde sus raíces en la propia historia económica de nuestro país, donde la influencia del espíritu fenicio, respecto de las formas en las transacciones comerciales, ha llegado a nuestros tiempos. A lo que sumaremos la falta de formación.

Esta forma de hacer negocios está bloqueando el desarrollo del país. Y sobre dos aspectos del ejemplo intento razonar mi afirmación.

1)      La puntualidad: En el primer caso, la puntualidad fue clave para el buen desarrollo del servicio. No sólo la de los camareros, sino la de las personas reunidas a la hora de marcar el “coffe break”. La puntualidad es un aspecto cultural que forma parte del inventario de valores capitalistas que hiciera en su día Max Weber en su obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Los españoles somos impuntuales, como se ve en el segundo caso, comenzar por la educación en este aspecto sería un buen comienzo para fijar los pilares de nuestro cambio cultural.

2)      El personal: 5 en Alemania vs 1 en España. ¿Pretendemos que el servicio  tenga la misma calidad? Ciertamente es imposible.

¿Qué implica que sean 5 camareros en Alemania? Partamos de la base de que el salario medio alemán duplica el español y que la tasa de desempleo en Alemania es del 3,6% contra el 16,30% de la española.  Implica que 5 personas cobran salarios que les permitirá consumir, endeudarse, emanciparse… que a su vez contribuirán con estos gastos y el pago sus impuestos y seguridad social al buen funcionamiento de las empresas y del Estado respectivamente.

¿Qué implica que sea 1 camarero en España? Es un solo salario y bajo, con el que tiene que mantener a sus hijos porque no pueden emanciparse, precisamente por no tener la posibilidad de acceder al mercado laboral. Un solo salario que sólo le permite gastar lo justo para sobrevivir, con fuertes deudas que muchas veces no será capaz de pagar y aplazará. Dejará de comprar marcas líderes debido a que no puede permitírselo, no contribuyendo al desarrollo y la innovación del mercado. Intentará escabullirse del pago de sus impuestos o aplazarlos. El resultado es que las empresas perderán volumen de negocio de forma constante y el estado no podrá recaudar lo suficiente para mantener los servicios que garanticen el estado de bienestar.

El intento de mejora de este aspecto concreto de la pasada crisis es la que nos ha llevado a la reforma laboral de febrero de 2012. Pero un cambio de leyes parece no ser la solución. La solución, desde mi punto de vista, pasa por un solo aspecto y sobre dos matices:

1)      El dotar de recursos a una empresa no es cargarla de gastos que minimizan los beneficios, sino que al contrario, garantiza los ingresos presentes y futuros gracias a la mejora de la calidad, así como la consolidación de la empresa en el mercado.

2)      La contratación de personal implica capacidad de compra de los mismos, esto es, desbloqueo del mercado de consumo y beneficios revertidos en el corto plazo y medio plazo.

España tiene en la actualidad a la generación de jóvenes mejor formada de su historia, sin embargo, las tasas de paro juvenil llegan al 36% esto se debe a la desconfianza y a la miopía que padece nuestra clase empresarial. Involuntaria e inconscientemente, algunos afirman que la Marca España es sinónimo de mediocridad en el resto de los países europeos, pero como comentaba un amigo hace poco y si esto fuera así no es una condición cristalizada. De la proactividad en la mejora de estos y otros aspectos culturales dependerá el futuro de este país cuyas posibilidades son infinitas.

Hasta la próxima.